miércoles, 20 de septiembre de 2017

Literatura





El misterio del recuerdo surge en la voz melodiosa de la musa, una musa que viste de sedas vaporosas y vuela alta, lejos del alcance del mismo viento que parece inclinarla.

Pero allá, en la última esfera, donde no alcanza la razón a llegar en su suspiro intelectivo, germina la conciencia del autor agraciado. Allí, construye sus livianas metáforas, desgrana a dentelladas la historia de vidas no vividas, sí experimentadas bajo una tutela armoniosa surgida de la documentación. Tierras no pisadas, noches de fiebres nunca sufridas, brasas de soles no recibidos, y sudores, infinitos sudores que dejan sémola del ‘yo’ que sí es temporal, del ‘yo’ que recela de esas vidas como si las rescatara de una cenizas que por qué no fueran las nuestras.

Allí, donde el sinsabor fermenta en el tacto y en el olfato del lector, el autor devela un amalgama de perfumes; y despierta , para los que luchan contra la apatía de la persona, un sinfín de dolencias y sonrisas: sollozos del alma.

Allí, vestido de claroscuros espaciotemporales, amasa los temores del protagonista y, en una suerte de exorcización, revela, a través de nuestros ojos, las interioridades de su infancia, los claustros de su adolescencia, el remordimiento de la madurez y los placeres de una senectud a veces dulce, a veces amarga, que aún no hemos vivido, salvo en el suspiro eterno de las páginas: escapismo.

Así, caen los párpados de bruces, esperando que al volver a abrirlos renueve esa vida su camino leído. Y en el segundo extenuado de cerrazón, el lector contempla los paisajes descritos, el número exacto de caras que pasaron por su lado, y toda una colección de mixturas sensacionales en un destello de irrealidad nunca vivida, pero sensualmente ansiada en una mañana fría en el tren o en una noche de desencuentro furioso con el lecho.

El autor, ese admirable y generoso autor, ofrece, inquieto, su suerte, a fin de compartir un ápice su intempestiva visión. Y del ensordecedor ruido que frunce al mundo rescata notas imperceptibles en lo homogéneo para construir una armonía gloriosa que acolche esa melodía surgida del relato fingido.


Así, todos danzamos en tu compás, autor, y caminamos sobre tu curva tonal a fin de encontrar, en la turbia muerte del ingenio a manos de la edad ligera, tu pluma extraña, que abrazaremos con fuerza, esperando ser parte de la historia que un día imaginaste y vertiste sin afán en las memorias, plantando tiernas semillas que, en el azul de los días, germinarán en recuerdos que haremos siempre nuestros.

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