Estalla el aire.
Se inflama. Pesa. Me
colma. Me engulle.
Los ojos se manchan.
Los oídos chillan
descontroladamente.
Los miembros tremulan.
El alma se arrodilla.
La vida exhala su raiz con
la ingravidez del instante.
Sutura.
Engarza.
Mueve con un embate que
hunde mar adentro.
El gusto se recrudece.
El tacto se encorva.
La voz se rompe.
Traga saliva arenada.
La vida pasa ante los ojos
como flashes fotográficos: ciegas cartas grabadas en la retina. No
recuerda si fueron ciertas o las soñó; o si fueron otros quienes
acertaron o se amodorraron en el hastío de enero.
Arde la piel.
Se enfría el vientre.
Surca los labios la acidez
del estómago venido arriba e hila un fino alambre de plata que
voltea con violencia el polvo en una suerte de asma incontrolable.
Los párpados son más
sólidos, llenos de lágrimas que nunca asomarán.
El sudor se confunde con el
barro.
Huele a azufre y tierra
mojada.
Quiebran los pulmones con
sonido de contractura denudada.
Dolor o placer.
Marca de aceite en las
fibras.
Envoltura de carne no
deseada.
Ahora la respiración
llega como retales, trapos que se vuelan con el viento, que se
confunden en la lluvia recién llegada, como palabras en conversación
de besugos, como estrellas fugaces en noche abierta de verano.
Y besan los labios la
tierra y, con ellos, un amor infinito se muestra como flor abierta.
Ira, misterio, sollozo,
calma, valor, quimera, anhelo, cansancio, cúlmen...
… silencio.
1 comentario:
Precioso....esperamos mas..
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